Que un niño se sienta competente hace que se sienta un ser importante, lo cual mejora su autoestima, su confianza en sí mismo y por tanto, mejora su rendimiento académico y facilita unas buenas relaciones con los demás. Con el paso de los años para el niño no es suficiente saberse querido, también es importante “saber hacer” algo.
¿Cómo podemos reforzar que nuestro hijo se sienta competente?
1. Animándole a esforzarse y rendir
No todos los niños son buenos alumnos, pero todos los alumnos saben hacer algo bien. Se trata de averiguar en qué ámbito es un “especialista” nuestro hijo, para orientarle hacia esos ámbitos y animarle a esforzarse en ellos: de este modo podrá tener la experiencia esencial de ser capaz de hacer algo.
Observando atentamente al niño se aprende a plantearle retos sin exigirle demasiado. Desarrollaremos un ojo clínico para detectar los ámbitos en que nuestro hijo está a la altura de los desafíos que se le plantean, y animarle en esa dirección.
2. Mencionándole niño sabe hacer
Podemos valorar a los niños no únicamente a través del elogio, sino también mostrando interés por lo que son capaces de hacer. Es más agradable, tanto para los padres como para los hijos, interesarse más a fondo por el contenido de las asignaturas que por las notas. Al interesarnos por lo que sabe estamos valorando su conocimiento. Y al mismo tiempo le estamos enseñando el valor intrínseco del saber y la formación.
Otra opción es expresar nuestra admiración por lo que ha logrado inmediatamente después de haberlo hecho.
3. Reconociendo que tipo de trabajador es
Cada niño tiene un tipo de carácter predominante diferente.
Hay niños más reflexivos que trabajan en profundidad y de forma precisa. Le gusta pensar sobre problemas, especialmente si son de carácter teórico. Necesita un espacio tranquilo, silencio y tiempo. Pierde su capacidad de rendir y su ilusión por el trabajo si debe trabajar en clases con muchos alumnos o si trabaja bajo presión
Otros niños son más prácticos y emprendedores. Se le dan bien las cosas prácticas, las actuaciones concretas. En cambio rinde peor cuando tiene que realizar reflexiones teóricas o conocer en profundidad un ámbito abstracto y especializado.
Algunos niños son muy sociables, se implican con entusiasmo por otras personas o por buenas causas. Es un excelente trabajador en equipo, está a gusto con otras personas y está interesado en que los demás se sientan bien. En cambio, se desmotiva si las tareas planteadas no repercuten positivamente en la vida de otras personas o si debe trabajar solo, sin compañeros.
Por último hay niños que no desean identificarse con un equipo, de modo que dispone de numerosas técnicas para destacar entre los demás. Está dispuesto a rendir de forma notable siempre que este rendimiento le proporcione el reconocimiento de los demás o le permita “brillar” en público. Sin embargo, pierde rápidamente la motivación si su esfuerzo no recibe la atención deseada o si es percibido por los demás como un trabajador más del equipo.
En cada persona aparece uno de estos caracteres de forma dominante y otro de forma secundaria.
Una vez identificado el carácter de nuestro hijo en relación con las diferentes tareas es cuestión de que vayamos potenciando las tareas en que es fuerte y desarrollando aquellas en que “cojea”.
4. Impulsando el pensamiento orientado hacia las soluciones
Para que un niño pueda sentirse capaz y competente debe aprender en primer lugar a encontrar las soluciones a sus propios problemas. El estilo comunicativo de muchas familias, en cambio, está orientado a los problemas y en ellas se tiende a destacar lo que no va bien y por qué no va bien.
Así que revisemos nuestro propio estilo comunicativo: ¿está orientado fundamentalmente a los problemas o a las soluciones? ¿Subraya sobre todo lo que no es posible o habla de lo que sí es posible?. El cambio hacia un lenguaje orientado a la solución será recibido por los hijos con alivio y también será positivo para los padres.
5. Viendo los problemas como desafíos
Pensar en lo que no nos gusta o nos irrita, es fácil pero pensar en cómo podemos resolverlo es el paso decisivo.
6. Delegando responsabilidades
La posibilidad de asumir responsabilidades estimula la capacidad de ser responsable.
¿En qué ámbitos nos resulta más fácil delegar responsabilidades en nuestro hijo? ¿En cuáles asumimos nosotros la responsabilidad por él? ¿En cuáles necesitan nuestro hijo que les estimulen o desafíen?
7. Favoreciendo la superación de situaciones vitales complejas
Reconocer el esfuerzo o el logro del niño, sobre todo cuando éstos se refieren a la superación de situaciones vitales complicadas. Superar una determinada situación vital, sobreponerse a la pereza y a la falta de ganas, renunciar a algo que uno “necesita” tener inmediatamente es un gran logro, sobre todo cuando se es joven. Tan sólo la práctica hace que resulte cada vez más fácil.
Es importante que los niños aprendan a superar las faltas de ganas, que no permitan que este sentimiento les condicione. Una frase de reconocimiento o de ánimo mencionada de paso permanece largo tiempo en la memoria de los niños.
Las experiencias frustrantes (suspender un examen, perder un partido) forman parte de la vida. Para poderlas manejar es necesario estar entrenado. A veces es un mayor logro perder con una buena actitud que ser el vencedor, elogiado por todos.
Señalar a los niños el mérito de su actitud cuando se sobreponen a sus fracasos, o cuando no renuncian precipitadamente a su propósito. Los vencedores no caen menos que los demás, tan sólo se levantan una vez más.
Conocimientos extraídos de la teoría de la motivación:
- El efecto positivo del elegido aumenta si se expresa ante terceros, mientras que la crítica, en cambio, debe hacerse siempre exclusivamente en una conversación privada.
- El miedo atonta. El miedo provoca tensión excesiva en el cerebro, que inhibe funciones cognitivas muy importantes, como la creatividad o el pensamiento lógico.
- Las afirmaciones mencionadas de paso, indirectamente, son más efectivas que las directas.
- Uno de los factores de motivación más importante consiste en captar y comprender el sentido global de lo que estamos haciendo, es decir, en comprender para qué estamos haciendo algo. Todos rendimos entusiasmados y logramos cosas inimaginables si sabemos la respuesta a esta pregunta: ¿para qué?. Por eso puede ser interesante que de vez en cuando expliquemos por qué hacer determinadas cosas, o por qué evitar hacerlas.