¿Nos ponemos las pilas?

¿A través de que misteriosos caminos tiene el ejercicio físico impacto sobre el cerebro emocional?
En primer lugar, tenemos el efecto de las endorfinas, pequeñas moléculas secretadas por el cerebro y que se parecen mucho al opio y sus derivados (morfina y heroína). El cerebro emocional contiene múltiples receptores para las endorfinas que da inmediatamente una sensación difusa de bienestar y satisfacción. De hecho, las personas que practican ejercicio de manera regular, obtienen más placer de las cosas pequeñas de la vida. Es como si les resultase más fácil sentirse satisfechos.
Por otra parte, obtener placer es justo lo contrario de la depresión, que viene definida por la ausencia de placer. Sin duda por esta razón, la liberación de endorfinas tiene efectos antidepresivos y ansiolíticos pronunciado.
Cuando se estimula así el cerebro emocional también se está estimulando la actividad del sistema inmunitario y favoreciendo la proliferación de células asesinas naturales, convirtiéndolas en más agresivas con las infecciones de las células cancerígenas.
Quienes hacer ejercicio de manera regular cuentan con una variabilidad mucho mayor del ritmo cardiaco y más coherencia cardiaca, que quienes son sedentarios. Esto significa que su sistema parasimpático, el “freno” fisiológico, que induce los períodos de calma, es más sano y fuerte. Todos los síntomas de la ansiedad tienen su origen en una actividad excesiva del sistema simpático: sequedad de boca, aceleración del corazón, sudores, temblores, aumento de la tensión arterial, etc. Como los sistemas simpático y parasimpático están siempre opuestos, cuanto más se estimula el parasimpático, más se refuerza y acaba bloqueando las manifestaciones de ansiedad.
¿Cómo tiene que ser el ejercicio físico?
Aunque estés convencido de la importancia de la práctica regular de ejercicio, no hay nada más difícil que integrarla en la vida cotidiana. Y sobre todo, si se siente uno deprimido o estresado. No obstante, hay algunos secretos muy simples que pueden facilitar el paso a una vida físicamente más activa.
1. No es necesario hacer mucho. Lo importante es que el ejercicio sea regular. La cantidad mínima son 20 minutos de ejercicio (marcha) 3 veces a la semana. La duración (20 minutos) parece tener más importancia que la distancia recorrida o la intensidad del esfuerzo. Cuanto más severos son los síntomas de depresión, ansiedad o estrés, más regular e intenso debe ser el ejercicio.
2. Empezar con suavidad y dejar que el cuerpo nos guíe. Para ello basta con permanecer siempre al límite de las propias capacidades, pero no más allá. El límite de las capacidades es la puerta de entrada a conseguir el bienestar. Cuando aumenten las capacidades, como consecuencia natural del entrenamiento, siempre se estará a tiempo de correr más y más deprisa.
Los estudios disponibles no diferencian entre las formas de ejercicio aeróbicas (carrera, natación, ciclismo, tenis, etc.) y la anacrónicas como la musculación. Los dos tipos parecen ser igual de eficaces.
3. El ejercicio colectivo es todavía más eficaz que el individual. El apoyo y los ánimos de otros, incluso la emulación, en el seno del un grupo dedicado a la misma actividad, marcan una gran diferencia. Esto debería motivarnos los días que llueve o que llegamos tarde, o cuando hay una buena película en la TV. Quienes hacen ejercicio en grupo se adaptan mejor al imperativo de regularidad, tan crucial para lograr éxito.
4. Hay que elegir un tipo de ejercicio que nos divierta. Cuanto más lúdico es el ejercicio, más fácil es de seguir.

Un comentario sobre “¿Nos ponemos las pilas?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*