¿Qué relación tienen el cerebro y la comunicación?

Para Damasio, médico e investigador estadounidense de origen portugués, la vida psíquica es resultado de un esfuerzo permanente entre dos cerebros:
Cerebro emocional, inconsciente, preocupado sobre todo por sobrevivir y ante todo conectado al cuerpo.
Cerebro cognitivo, consciente, racional y volcado en el mundo externo. Está dividido en dos hemisferios y a su vez en cuatro lóbulos, cada uno de los cuales tiene funciones específicas.
Estos dos cerebros son relativamente independientes entre sí, y cada uno de ellos contribuye de manera muy distinta a nuestra experiencia de la vida y a nuestro comportamiento.
El cerebro emocional no sólo tiene el papel de controlar la fisiología interior del cuerpo. Su otra función no menos importante, es la de ocuparse del equilibrio de nuestras relaciones afectivas y asegurarse de que tenemos un lugar en nuestro entorno social. La ansiedad y la depresión suelen ser la señal de desamparo que emite el cerebro emocional cuando detecta una amenaza para nuestro equilibrio social. Para calmarlo y vivir en armonía con él, hay que gestionar con más gracia nuestras relaciones con los demás. De hecho, basta con utilizar algunos principios de higiene afectiva, simples y eficaces pero generalmente olvidados.
Nada hace rechinar más los dientes de nuestro cerebro emocional que los conflictos con quienes forman parte de nuestro entorno directo. Incluso cuando las personas se violentan emocionalmente, sufrimos, aunque no somos más que simples testigos.
Gottman define lo que denomina los cuatro jinetes del Apocalipsis en los diálogos conflictivos que activan el cerebro emocional del otro hasta el punto que éste se torna incapaz de responder de otra manera que no sea con maldad (agresión) o retirándose (evitación).
Los 4 Jinetes del Apocalipsis son:
1.- la crítica: criticar al otro en lugar de presentarle simplemente una queja o una petición.
2.- el menosprecio que se manifiesta a través de insultos o sarcasmo y las expresiones del rostro.
3.- el contraataque: cuando se es atacado el cerebro emocional ofrece dos soluciones: lucha o huida. El contraataque conduce directamente a una escalada de la violencia, cuyo ciclo se perpetúa hasta que ocurre la separación física y permanente de los beligerantes. En el mejor de los casos, el contraataque “tiene éxito” y el otro queda vencido por nuestro verbo. La ley del más fuerte se ha impuesto, pero esta victoria deja forzosamente al vencido herido y lastimado. Y esta herida no hace más que profundizar la sima emocional y agravar la dificultad de vivir juntos. Jamás un contraataque violento ha dado al otro deseos de deshacerse en sinceras excusas y abrazarnos.
4.- la retirada total suele prefigurar la última fase de la desintegración de una relación. Tras semanas o meses de críticas, de ataques y contraataques, uno de los protagonistas acaba por abandonar el campo de batalla, en todo caso emocionalmente. Cuando el otro busca el contacto, quiere hablar, el primero se enfada y le ignora a la espera de que todo pase. El otro, exasperado por esta actitud que pretende ignorarlo por completo, habla cada vez más alto y acaba incluso gritando.
Frente a los 4 Jinetes: decirlo todo sin violencia, es decir,
1.- Sustituir toda crítica por una observación objetiva: cuanto más preciso y objetivo, más posibilidades existen de que lo que decimos sea interpretado por el otro como una tentativa legítima de comunicación, en lugar de una crítica potencial.
2.- Evitar todo juicio respecto del otro para concentrarme totalmente en lo que se siente. Ésta es la clave absoluta de la comunicación emocional. Si hablo de lo que siento nadie puede discutírmelo porque la otra persona no puede poner en cuestión mis sentimientos ya que éstos me pertenecen por completo. Se trata de describir la situación con frases que empiecen por “yo” en lugar de “tú o vosotros”. Al hablar de mí y solamente de mi, no estoy criticando a mi interlocutor, no le ataco, sino que estoy en la emoción y, por tanto, en la autenticidad y la apertura. Si soy honrado conmigo mismo, llegaré incluso a mostrarme vulnerable, para demostrarle el daño que me ha hecho.
3.- Decir no solo lo que se siente sino también hacer al otro partícipe de la esperanza compartida que ha fracasado. Ej.: cuando un trabajo no se realiza correctamente me siento avergonzado porque tanto mi imagen como la de todo el equipo sufre. Mi imagen y la del resto me importa mucho, sobre todo después de haber trabajado tanto por hacernos respetar.

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