Vivir el matrimonio

Vivir el “uno con una para siempre” no sale solo, sin esfuerzo diario y sin necesidad de ir madurando afectivamente, ¿por qué?…

 

Porque vivir el matrimonio implica:
•ocuparse de la realización del otro,
•prometer, confiar y comprender,
•dialogar y acompañar,
•dar y regalar,
•cuidar y perdonar.
•Ocuparse de la realización del otro: el matrimonio es un trabajo permanente, orientado a que el cónyuge se realice y sea feliz, mientras que tú te realizas y eres feliz.
Requiere siempre que tengamos en la cabeza que amar es siempre y en todo momento, independientemente de la edad y por tanto, de los años de matrimonio, conquistar y ser conquistado; que no hay vacaciones para el trabajo de amar; que la vida conyugal es una conquista permanente llena de pequeños heroísmos.
•Prometer, confiar y comprender: como deseamos que nuestro amor no se interrumpa prometimos a nuestro cónyuge “¡te querré siempre¡”. De este modo la elección se mantiene en el tiempo, se reafirma día a día.
Es confiar en nuestra pareja, fiarnos de él/ella, dar por su supuesto que es sincero en todas las dimensiones de su vida, que no nos engaña. Es apostar por él/ella con todas sus consecuencias. Si no confiamos caemos en el recelo, que nos distancia de él/ella y acaba matando el amor.
Es comprenderle, es decir, intentar ver las cosas como él/ella las ve. Es una identificación con nuestra pareja para entenderla, en cada circunstancia concreta, el porqué de sus reacciones. Así evitamos minimizar sus preocupaciones y sus problemas y por consiguiente, no le plantearemos exigencias no realistas e injustas. Para comprenderle es también necesario escucharle pacientemente, sentarse con él/ella y dedicarle tiempo.
•Dialogar y acompañar: para dialogar es preciso que seamos flexibles y tolerantes en lo opinable; que sepamos escuchar y preguntar. Hacer preguntas abiertas, claras, oportunas, prudentes; y aprender a callar, a dejar hablar, a no interrumpir, a seguir atentamente lo que me dice, a ayudarle a decirme lo que le cuesta decir dándole confianza, a hablar de los conflictos con serenidad y sin dramatizar, con objeto de que para el marido no sea tan desagradable entrar en ese tema.
Amar también es acompañar, como me gusta la presencia de mi pareja cuido y mantengo la ilusión por acompañarnos mutuamente.
•Dar y regalar: una de las formas más bellas de dar es regalar. Para regalar no hace falta tener un motivo especial ni gastar mucho dinero. El regalo que más ilusión hace es el inesperado porque conlleva sorpresa y nuestro cariño.
•Cuidar y perdonar: el matrimonio implica preocupación por el otro, cuidarlo. También es perdonar, “borrar” las limitaciones y los defectos, no tenerlos excesivamente en cuenta, no tomarlos demasiado en serio, sino con buen humor, quitarles importancia.

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