No aguanto que…

Cuando elegimos a nuestra pareja lo hicimos en base a la afinidad de gustos, caracteres, formas de entender la vida, u otras razones, lo cierto es que con la convivencia también vamos “descubriendo” lo que nos separa, lo que no nos gusta, lo que no aguantamos.
Realmente, ¿lo descubrimos con la convivencia?, o ¿ya estaba ahí pero no lo veíamos porque estábamos muy enamorados?, ¿no es la misma moneda solo que yo ahora me fijo solo en una cara y antes solo en la otra?.
Es muy probable que esos defectos ya estuviera presentes pero no se daban las condiciones para que afloraran, y ahora con el día a día los veo, pongo el foco y al final no aguanto que…
¿Qué puedo hacer?. Verlo como algo normal, no hay personas sin defectos, ni siquiera tú y yo, lo siento.

¿Qué actitud puedo adoptar ante sus defectos?.

Básicamente tienes tres opciones:

1.- No aceptarlos y rechazarlos, como consecuencia nos iremos distanciando y además es muy probable que el o ella reaccione negativamente y no mejore.
2.- Quererle a pesar de sus defectos, valorarle por encima de sus defectos y tolerar sus defectos. Sin duda es una actitud mejor que la anterior, pero no basta con soportar o tolerar determinadas conductas del otro si al final le convertimos en un “culpable permanente” a quién yo “le perdono la vida” todos los días.
3.- Quererle con sus defectos, es decir, quererle en sí y por sí, y no en función de sus cualidades o de su comportamiento. Querer al otro con sus defectos no debe entenderse como restar importancia a sus defectos y permanecer pasivos ante ellos. Significa que le acepto como es, incluidos sus defectos. Sin una previa aceptación no será posible ayudarle a mejorar porque rechazará mi ayuda. Sus defectos son una ocasión y una oportunidad para ayudarle a mejorar y también yo me veré beneficiado porque la relación se irá haciendo cada vez más sólida, nos sentiremos más unidos porque trabajamos juntos hacia una meta común: crecer en intimidad.

¿Cómo puedo ayudar al otro a mejorar?.

Puedes probar a:

1. Fijarte en las cualidades positivas del otro y alabarle por  esas cualidades de vez en cuando.
2. Preguntarte en qué estas fallando tú, ¿soy ejemplo en las mismas conductas en las que el otro está fallando?. Reconocer ante el otro mis propios defectos, es una actitud que ayuda a unir y trabajar juntos para mejorar.
3. Escuchar al otro antes de juzgar su comportamiento y corregirle.
4. No utilizar un tono de reprimenda o enfado. Evitar los calificativos y los reproches. Si no eres capaz de hablar al otro de forma amistosa, date un tiempo en silencio y házselo saber, por ejemplo “ahora no es un buen momento para mí y no quiero hablar sobre ese tema” o de lo contrario, generarás una discusión que complicará aún más la situación.
5. Elegir el mejor momento y lugar también para el otro.
6. No corregir todo, no exigir que el otro sea perfecto.
7. Si el defecto conlleva una ofensa personal, es importante que si perdonas lo hagas sinceramente y olvides la ofensa. Pasar factura de las ofensas “perdonadas” deteriora seriamente la relación, es mejor ser sincero: si perdonas perdonas y si no perdonas no perdonas. Al final, terminarás perdonando pero ahora estás muy enfadado y no quieres perdonar, sé sincero y date un tiempo para tranquilizarte y pide al otro ese tiempo de silencio, si es necesario. Retoma el tema cuando estés más tranquilo, si quieres una explicación o que te vuelva a pedir perdón, dile cómo te has sentido, por ejemplo “me he sentido (triste, decepcionado, frustrado, enfadado, etc) cuando me has dicho o hecho….” luego perdona y pasa página.
8. Si el defecto es grave, además de todo lo anterior, exige un cambio de conducta, que ponga los medios que dependen de él o ella y que se deje ayuda.
Conclusión: querer al otro no se reduce al querer sensible, sino que también es imprescindible el querer racional del entendimiento y de la voluntad, y esto supone poner encima de la mesa nuestra madurez personal y nuestro compromiso con la relación. No basta quererse, es necesario también querer quererse.

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