Las crisis están provocadas por la vivencia de una pérdida, y las pérdidas son parte de la vida. Aunque nos duele, no existe una experiencia más normal que perder a alguien o algo de vital importancia, así que nos enfrentamos con muchos cambios a lo largo de la vida: bienvenidas y despedidas, crecer y envejecer, triunfar y fracasar (y todo cambio implica una pérdida y una ganancia).
El antiguo ambiente familiar se deja y uno nuevo se acepta; se van unas personas y vienen otras nuevas; se pierde un puesto de trabajo y se consigue otro; se cumplen unas expectativas y otras se frustran. En todas estas situaciones las personas se enfrentan a la necesidad de abandonar un estilo de vida y conseguir otro.
Visto que la pérdida es inevitable, por lo menos que el duelo lo podamos hacer de forma adecuada para poder superarnos, para sanar lo mejor posible la herida emocional y el daño al organismo que produce.
¿Cuáles son los pasos prácticos para poder llevar a cabo este duelo?:
Tomarse en serio las pequeñas cosas, por ejemplo, la marcha de un amigo o la muerte de una mascota
Tomarse tiempo para sentir, encontrar momentos privados para hacer nuestras reflexiones
Encontrar formas sanas de descargar el estrés, como ejercicio físico
Dar sentido a la pérdida: elaborar una historia coherente de nuestra experiencia
Confiar en alguien
Dejar a un lado la necesidad de controlar a los demás
Ritualizar la pérdida de un modo que tenga sentido para nosotros
No resistirse al cambio
Cosechar el fruto de la pérdida, debemos dejar que nuestras reflexiones constructivas encuentren una forma de expresión en acciones adecuadas, quizá ayudando a otras personas que lo necesiten
Centrarse en las propias convicciones religiosas
Se sale del duelo pasando por él; a pesar de ello, es indudable que se trata de un trabajo duro.