¿Qué es la resilencia?

Conocemos la resilencia, sin conocer la palabra, desde hace mucho tiempo. Aparece en cuentos como Pulgarcito, el libro de Ana Frank, o la historia de José, traicionado por sus hermanos que llegó a ser una persona muy influyente en Egipto según narra la Biblia.

¿En qué consiste?

Estas historias de resilencia incluyen los siguientes elementos:

  • Es una capacidad para sobreponerse a las dificultades y de crecer ante las mismas.
  • Esta capacidad se apoya no tanto en la fuerza de elementos positivos sino en la amistad, el proyecto de vida, la espiritualidad…. que permiten la construcción o la reconstrucción de la vida.
  • Esta capacidad nunca es absoluta.
  • Esta capacidad se presenta bajo la forma de un proceso de vida que se construye con personas del entorno, y que permanece siempre variable
  • Es un proceso en el que interviene la responsabilidad de
    diferentes personas y también la responsabilidad, aunque sea pequeña, de la persona para con su propio futuro.
  • La realidad humana de la resilencia es un proceso de crecimiento, una evolución positiva a través de grandes dificultades, un crecimiento hacia una nueva etapa de la vida, y no únicamente un simple rebote como el de un muelle que vuelve a su forma original
  • Es un proceso orientado por una ética profunda.

¿Cómo se construye?

Lo primero a tener en cuenta cuando queramos construir resilencia en una persona es conseguir que tenga cubiertas sus necesidades básicas: la alimentación y el sueño.

A continuación, parece que la base está en la calidad de la mirada, del encuentro que se produce, en el contexto profesional o no. La aceptación fundamental del niño como persona humana (no necesariamente de su comportamiento) por al menos otra persona.

Este tipo de vínculo se encuentra habitualmente en las relaciones familiares, de vecindad, de amistad, y toma diferentes formas: el otro me ama, me escucha, me dedica tiempo o no me deja caer, incluso si cometo errores, cree verdaderamente en mí… Muchas veces este papel es desempeñado por personas del entorno del niño (una abuela, un amigo, un maestro). Boris Cyrulnik llama a estas personas de confianza y de apoyo “tutores de resilencia”.

Pero además para construir la resilencia es necesario descubrir un sentido en la vida a través de por ejemplo la participación en un equipo deportivo, un proyecto de formación, un compromiso profesional, que supone un proyecto que abre a la persona hacia el futuro personal o profesional; el cuidado de una mascota, de una persona, de una planta que brinda la posibilidad de sentirnos útiles; la fe no sectaria que expresa la confianza, la esperanza en el futuro.

Otros tres elementos muy útiles serían: la autoestima, las
competencias humanas, sociales, profesionales y el humor constructivo, no la ironía ni el sarcasmo.

Todos estos elementos interactúan de manera que si por ejemplo yo me siento a
ceptado por una persona a quien quiero, si puedo participar en un proyecto que da sentido a mi vida tendré un mejor concepto de mí mismo, me sentiré mejor valorado y aprenderé mejor las competencias necesarias para desenvolverme en la vida y con los demás.
Como una verdadera casa, la resilencia se construye, más o menos sólida, y necesita mantenimiento, puede cambiar y ofrecer protección pero también puede no resistir a todas las catástrofes por lo que, como una verdadera casa, debemos cuidarla y a veces repararla.

 

Basado en la ponencia de Stefan Vanistendael “La resilencia desde una inspiración hacia cambios prácticos” en el 2º Congreso Internacional de trastornos del comportamiento en niños y adolescentes. noviembre 2005

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