El despertar de la personalidad

La adolescencia es la etapa de la formación de la personalidad debido a la confluencia de tres factores que favorecen y estimulan ese proceso:
  • El desarrollo cognitivo, que es la base de los demás desarrollos y que se concreta en la capacidad para el pensamiento abstracto propio del adulto.
  • El desarrollo de la afectividad, que es la riqueza psicológica de la adolescencia y el “interés” de la etapa.
  • Las expectativas y solicitudes sociales sobre el adolescente, se espera que tenga conductas de persona madura, mayor.
Los rasgos fundamentales del despertar de la personalidad en la adolescencia son:

Descubrimiento del yo: aunque al principio de la adolescencia, el adolescente se identifica con el grupo; es una identificación colectiva y compartida que le proporciona lo que más necesita en ese momento: seguridad. Con el paso de los años, surge “el yo hacia dentro”, gracias al pensamiento reflexivo surge la actitud y el hábito de la introspección, que responde a la necesidad de conocerse y comprenderse a sí mismo, de captar y entender lo que le diferencia de los demás, de ahondar en la propia personalidad.

Nacimiento de la intimidad: a medida que el adolescente avanza en la exploración de su mundo interior siente una necesidad creciente de aislarse, de recogerse en sí mismo. Necesita espacios y momentos de silencio y de soledad para estar y encontrarse consigo mismo. También para poder encontrar un punto de apoyo en su propia intimidad tras sufrir el desmoronamiento del mundo infantil.
La búsqueda de la soledad no es, en principio, una conducta de rechazo al mundo adulto ni un síntoma de inadaptación. Solo hay un repliegue excesivo sobre sí mismo cuando el adolescente se ve en la necesidad de defenderse de la incomprensión y hostilidad de los adultos. En esta situación se refugia dentro de sí mismo, dando lugar a perturbaciones de la vida afectiva como la melancolía y la depresión.
El nacimiento de la intimidad típico de la adolescencia es el despertar de la capacidad para la vida interior.
A partir de la adolescencia la vida no es ya una mera realidad exterior; la vida es, además una relación con lo que hay en el interior de la persona. Los objetos exteriores van perdiendo importancia, quedan en primer plano los contenidos de la conciencia, que son vistos como algo propio.
Si el adolescente y el joven proyectan su vida desde lo más íntimo de su ser, obrarán con motivos profundos y sus acciones serán plenamente personales y humanas. Si, en cambio, plantean su vida desde lo menos íntimo, que es lo más superficial, obrarán por motivos superficiales y su existencia será banal.
La formulación de un proyecto personal de vida es una meta y una tarea fundamental de la adolescencia. Ese proyecto personal de vida se elabora en el mundo interior del hombre, pero se realiza en el mundo exterior en el que el hombre vive. El adolescente afronta así el difícil reto de moverse al mismo tiempo en esos dos planos de su vida.
En ciertas cuestiones se observa en los adolescentes una visión idealizada de las cosas y una escasa adaptación al ambiente en el que viven; su falta de realismo hace que los proyectos se reduzcan a sueños imposibles de realizar. En otras cuestiones, se observan conductas excesivamente dependientes de los acontecimientos exteriores, dando lugar a comportamientos impersonales.
Los adolescentes tienen el riesgo de creer que esa doble vida es la auténtica vida. Por eso alguien les debe aclarar a tiempo que no hay oposición o incompatibilidad entre la vida interior y la vida exterior, y que si quieren realizarse como personas y ser felices deben intentar unirlas, buscando la unidad de vida.

Conductas de autoafirmación personal: uno de los efectos directos del descubrimiento del yo, es la necesidad de originalidad. El afán de originalidad apunta a la conducta singular, nueva, única, particular y a la conducta autónoma.

Para el adolescente la conducta original significa que ya no es un niño. Por eso expresa esa originalidad en público y desarrolla como inconformismo contra los mayores. Detrás del afán de originalidad está la necesidad de romper los viejos hábitos de dependencia de los padres y de distanciarse del modo de vida infantil. Así el adolescente se autoafirma como una personalidad única y adulta.
Dentro de este capítulo están las conductas excéntricas con las que se pretende llamar la atención de los demás, conseguir que se fijen en uno mismo. Suelen referirse al modo de vestir, de peinarse o no peinarse, de adornarse, etc.
También incluye la utilización de un lenguaje propio. Cada generación y cada grupo de adolescentes tiene su jerga, no solo para comunicarse entre ellos, sino también para singularizarse y distinguirse de los adultos.
En tercer lugar, están las acciones exageradas, especialmente las que denotan deprecio del peligro.
Por último, las rebeldías contra el tipo de educación y los modelos establecidos por los padres, como recurso para subrayar y defender la propia autonomía y el derecho a emanciparse. Los adolescentes se rebelan contra:
  • La imposición de criterios que impidan pensar por sí mismo y aprender de forma autónoma. Así autoafirman la autonomía intelectual.
  • Los apegamientos afectivos de algunos padres que pretenden retener al hijo en casa. Así autoafirman la autonomía afectiva
  • El autoritarismo de algunos padres, que pretenden hacerse obedecer por la fuerza. Así autoafirman la autonomía de su voluntad.

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